El presente por encima del presente, la inteligencia por encima de la inteligencia, la sabiduría por encima de la sabiduría, el amor por encima del amor, la verdad por encima de la verdad, la libertad por encima de la libertad, la vida por encima de la vida.... los inventos de la eternidad. Eso somos, no?.
Tampoco hace falta buscar uno mucho más allá. Por qué lo que es decidió montar toda esta obra de teatro llena de personajes que se acaban reconociendo como lo que no puede ser un personaje?. Sólo caben preguntas, misterios. Algo me dice que tales misterios, no son irresolubles, que lo que es irresoluble es la pregunta imposible: por qué hay un "lo que es"?.
Y todo lo que se percibe por todos los sentidos es el reflejo de tí mismo insinuándote cierto camino a tomar. Hasta tus sentimientos, son otro teatro montado para tal fin. Pero esa palabra, teatro, tal vez sea entendida con una mala connotación, no es mi intención, de hecho, es lo contrario a lo que trato de expresar. Tal es el valor de ese teatro, que es capaz de hacerte sentir la experiencia metafórica de resurreccionar de entre los muertos. Dios buscaba experimentar eso: que está vivo.
Supongo que simplemente es música, percepción a otra escala diferente. Sin escalas no hay contrastes, sin gradientes no se puede percibir nada.
Lo que pasa es que es una "música", que adolece de ser simplemente sonora. Música multidimensional, es decír, todos los elementos de esa percepción, forman parte de una forma de música que aceptada, forma un todo coherente. Es una sinfonía de la consciencia.
La singularidad espiritual, ese estado de coherencia del elector para con lo ofrecido por la consciencia.... "somos" tres?, el que elíge, la consciencia, y lo proyectado por la imaginación?.
Es lo que parece.
Se nos ofrece, pues, la oportunidad de apreciar la creación, como una obra de arte viviente propia, como esa capacidad, de amarse a uno mísmo, cuando se ama al otro. Por que, toda otra cosa que no sea hacer eso, me parece un suicidio doloroso. Bueno, no es que me lo parezca, es que lo es, por que así fue diseñado. Todo acto u elección incoherente genera algún tipo de dolor, ese dolor es información coherente.
Todo tiene un valor elevado único e igual fuera de toda vanidosa escala; desde lo que mas aprecias, hasta lo que más desprecias. Por que si faltara sólo uno de los elementos que componen ese todo, tal se desmoronaría en su coherencia.
Entender la coherencia y aceptarla forma parte de ese proceso de ascensión de la consciencia que va más allá de fisicalidad multidimensional alguna. Rechazar esa coherencia por que no la comprendes, es lo que nos detiene en ella para que la comprendamos.
Estar en uno u otro lado del entendimiento o del sentimiento no es el problema, el problema, para algunos, es que no hay problema, estés donde estés. Estés donde estés, sientas lo que sientas, percibas lo que percibas, sigue siendo esa música divina, por llamarlo de algún modo. Nunca estuviste fuera, de "lo divino". Nunca, coño, que cuando lo creíste es por que te autoengañaste al asumir, por mera conveniencia, el ejemplo ajeno imperante. Te creíste una mentira, punto. La necesidad de no estar sólo es lo que nos tiende a traicionar.
No es más divino un autoproclamado "santo", ya sea por el nivel de consciencia que tenga, que un pedazo de mierda cagada por cualquier perro. Ambos son solo dos puntos en una gradiente, pero tu creaste la gradiente como ese teatro mencionado antes. Sin mierda no hay posiblidad de santidad, sin posibilidad de santidad, no hay mierda alguna. Sin posibilidad de olvidarse, no hay posibilidad de recordarse y sentirse así de vivo en el proceso. Para que exista la vida, parece ser indispensable que exista esa gradiente de estados. Es la naturaleza del universo eléctrico multidimensional. La gradiente genera electricidad, vida. Cada vez que veais una mierda de perro por la calle, acordáos de los santos: lo uno sin lo otro no pueden existir.
Irrelevante es, donde esté el otro en esa gradiente, relevante es, dejarle estar donde esté. Al menos, para dejar de sufrir por cosas ajenas a nuestro limitado control dentro de nuestra actual condición humana. Pueden haber abismos evolutivos increíbles que nos distancien entre nosotros, pero siempre seremos nosotros, el mísmo ser, desde diferentes puntos de vista. Podremos esperar que otros, por tener cuerpos humanos como los nuestros, vivan lo que vivimos, pero acabaremos desesperados esperándolo. Cuanta contrariedad, si no es nuestra responsabilidad, más que caminar nuestro camino, no el de nadie más.
Cuanta incomprensión, del mundo, forzar nuestra salvación personal, al mundo. Cuantas ganas de sufrir, indefinidamente, con tan siquiera pensarlo. Cuanta incomprensión del asombroso valor de la inocencia. Cuanta ceguera provocada por nuestra propia luz y euforia de reencontrarla.
De nuevo, la sensación de lo divino no puede existir si no existe una sensación de limitación tal como puede ser la humana como su contraparte, cara pues de una mísma moneda. El ser humano, la condición humana, más bien, no es una mierda, ni me lo parece, admito. Lo que pasa es lo que pasa en este atribulado mundo, todo ello facilita sobremanera acabar pensándolo. Acabar yendo a contracorriente parece ser parte del reto y gradiente necesaria que esta condición nos proporciona para poder sentirnos vivos. La cerilla y la tira lateral en su caja para encenderse.
Y así vamos caminando, con el humor entremedias, con esa sublime sensación, de que dios es capaz de reírse de sí mísmo.
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No digas polleces e?.